Los escenarios que abren las elecciones europeas

En el marco del arranque de la campaña para las elecciones europeas del 9 de junio y el 45º de los primeros comicios directos celebrados en la UE, el exeurodiputado socialista Carlos Carnero ahonda en este crucial paso al que se enfrenta la Unión con el auge de la extrema derecha o los pactos de gobernabilidad.

No recuerdo unas elecciones europeas que no hayan sido calificadas como históricas, incluyendo las tres en las que fui elegido eurodiputado. Para hacerlo siempre había buenas razones: la aplicación de los Tratados de Maastricht o de Lisboa, la ampliación, la crisis económica, entre otras.

Pero ahora, cuando se cumplen 45 años de las primeras elecciones europeas directas y la campaña acaba de comenzar, los comicios no se presentan como históricos, sino como decisivos. Un cambio de adjetivo que responde a razones políticas, geopolíticas o económicas bien fundadas.

Los comicios europeos no se presentan como históricos, sino como decisivos

De todas ellas, hay una que me parece diferencial respecto a las convocatorias anteriores: el mantenimiento o no de la gran coalición europeísta que inició la construcción europea y la ha gobernado -en coyunturas muy diversas- durante todo su recorrido… hasta la fecha.

Aumento de la extrema derecha

El anunciado crecimiento de los partidos europeos de extrema derecha (ECR e ID) introduce, en ese sentido, dos interrogantes: ¿serán capaces de bloquear el funcionamiento de la UE?, ¿estarán en condiciones de hacer avanzar sus postulados influyendo en el Partido Popular Europeo hasta el punto de poner en riesgo aquella gran coalición europeísta?

La respuesta al primer interrogante es NO. Por mucho que la extrema derecha se acerque a los 200 escaños, ese número de diputados nunca será capaz por sí solo de bloquear ni el Parlamento Europeo ni la toma de decisiones de la Unión, empezando por el procedimiento legislativo ordinario (la Comisión propone y el Consejo y la Eurocámara disponen como un bicameral).

La respuesta al segundo no es tan clara. ¿Caerán los populares en la tentación de romper la gran coalición europeísta con los socialistas, los liberales y, en cierta medida, los verdes, o más bien se decantarán por coincidir con la extrema derecha en determinados temas, sin formalizar una alianza con ellos?

¿Caerán los populares en la tentación de romper la gran coalición europeísta con socialistas, liberales y, en cierta medida, los verdes, o se decantarán por coincidir con la extrema derecha en determinados temas?

Si hicieran lo primero, estaríamos ante un cambio de paradigma para la UE que abriría una brecha política de tal profundidad que el funcionamiento institucional se haría prácticamente imposible.

Por ejemplo, ¿sería imaginable que esa nueva mayoría parlamentaria -PPE y extrema derecha- se negase a respaldar a la candidata o al candidato a presidir la Comisión Europea designada/o por un Consejo Europeo que solo lo hará por consenso o, como mínimo, por la mayoría cualificada establecida en el Tratado?

Si hicieran lo segundo, las consecuencias para la Unión también serían negativas, porque muchos avances comunitarios expresados en leyes -directivas o reglamentos- se verían obstaculizados o incluso revertidos en temas fundamentales como la profundización política, las transiciones gemelas -verde y digital-, la unión económica y la Europa social.

Eje central del debate político

No olvidemos, sin embargo, que la extrema derecha europea no es orgánicamente un todo homogéneo, hasta el punto de formar dos grupos parlamentarios en Estrasburgo, y que los partidos miembros del PPE manifiestan posiciones claramente matizadas en la relación con ella. Lo que daría como resultado el establecimiento de acuerdos o coincidencias con uno (ECR) y no con otro (ID).

En todo caso, me parece claro que a la UE le convienen dos cosas: la primera, mantener el eje central del debate político entre pro y antieuropeos, y la segunda, en consecuencia, reeditar la gran coalición europeísta, lo que no impide en ningún caso la diferenciación legítima y necesaria entre derechas e izquierdas democráticas y europeístas.

A la UE le conviene mantener el eje central del debate político entre pro y antieuropeos y, en consecuencia, reeditar la gran coalición europeísta

Serán los ciudadanos con su voto los que decidan el futuro de la Unión en los próximos años y la respuesta que tendrá que dar en cuatro terrenos esenciales (la profundización y la ampliación, la autonomía estratégica en la nueva geopolítica, la culminación de la unión económica y monetaria y la construcción de la Europa social), reforzando el europeísmo o debilitándolo y, al tiempo, inclinando la balanza a la derecha o a la izquierda.

Pero, independientemente de lo que voten, conviene recordar que a mayor participación en las urnas, mayor será la garantía de no ser víctima de los extremos, sino de estar gobernados por las grandes mayorías que garanticen la estabilidad y el acuerdo que necesitan empresas y trabajadores.

SOBRE LA FIRMA
Carlos Carnero es exeurodiputado del PSOE y fue miembro de la Convención que redactó el proyecto de Constitución Europea.
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